lunes, 30 de diciembre de 2013

El largo regreso a casa desde el Ngorongoro



El fin del viaje siempre se acelera. Estás en la gloria en el Ngorongoro, admirando uno de los paisajes más bellos del mundo, y de repente te ves inmerso en el torbellino del largo regreso a casa. Por si lo habías olvidado, los viajes no duran eternamente. A las 7 de la mañana iniciamos el largo descenso hacia Arusha, pero en el pueblo de Karatu tenemos que parar: la amortiguación se queja. En una gasolinera muy africana un mecánico local hace una chapuza recubriendo las ballestas con cartones.
Un alemán que pasa por allí nos advierte: “Si vais en este coche, no subáis. Soy mecánico y lo que os han hecho no puede durar. Creedme, coged el autobús hasta Arusha. Es más seguro”. Tiene razón: es una chapuza, pero confiados en que falta poco, seguimos. Poco después llegan los primeros baobabs del viaje y el lago Manyara. Maravillas africanas. A las 11.30 llegamos a Arusha. Unas horas de descanso y a las 14 salimos en el shuttle hacia Nairobi. Dos horas hasta la frontera, donde todo está en obras. Cruzamos a pie: trámites caóticos y una lentitud exasperante. Una hora después volvemos a la carretera.
Desde la frontera, tardamos tres horas y media en llegar a Nairobi. Allí, por suerte, nos espera Ricardo Reta, uno de los dueños de la agencia Ratpanat. Vamos a cenar con él, hablamos de este fascinante continente que es África, dormimos un par de horas y al aeropuerto. Total, que llegó a casa cuarenta horas después de haber salido del Ngorongoro, casi sin descanso y con un lío de imágenes en la retina. El viaje ha valido la pena, por supuesto, pero ahora toca descansar para dejar que sedimente, para así poder guardar en la memoria los grandes momentos del viaje africano, que afortunadamente son muchos.
Feliz año nuevo!

domingo, 22 de diciembre de 2013

El maravilloso cráter del Ngorongoro



El cráter del Ngorongoro es, sin ninguna duda, uno de los lugares más bellos de África, y probablemente del mundo. Se formo hace millones de años y tiene una profundidad de 610 metros y una superficie de 260 kilómetros cuadrados. En su interior, la fauna salvaje campa a sus anchas, para deleite de los muchos turistas que lo visitan a diario. Cada vez hay más. El gobierno tanzano no quiere renunciar a la gallina de los huevos de oro. Estuve allí hace unos quince años y era todo más pausado. Ahora ha aumentado el flujo de turistas, pero cuando contemplas por primera vez el cráter desde lo alto no puedes evitar sentir una emoción intensa.
Se calcula que hay unos 25.000 animales en el Ngorongoro. Hay de todo, excepto jirafas, que por su altura no pueden arriesgarse a bajar las pronunciadas cuestas que llevan al cráter. Lo más buscado son los leones (hay unos sesenta), pero también el rinoceronte negro, emblema del parque, los elefantes y los leopardos. Lo que más se suele ver, sin embargo, son los omnipresentes ñus, gacelas y cebras. 
La lucha por la vida en el Ngorongoro es una constante. En este recinto cerrado es fácil ver como las hienas y chacales despedazan un ñu, una gacela o una cebra. Los leones, para variar, se muestran más pasivos, aunque es cuestión de suerte ver como se lanzan a la caza. Lo importante es que el escenario siempre merece la pena. En el Ngorongoro uno de siente en el corazón de África, hasta el extremo de que puede sentir los latidos de este continente maravilloso.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Olduvai Gorge, la Zona Cero de la humanidad



Emociona llegar a la garganta de Olduvai, situada al este del Serengeti, en Tanzania. No puede decirse que sea un lugar espectacular, pero me emociona saber que estoy en un lugar clave en cuanto a yacimientos prehistóricos, en la Zona Cero de la humanidad. La capa más antigua del yacimiento se remonta a 1,9 millones de años y fue aquí donde el matrimonio Leakey excavó durante cuarenta años buscando a los homínidos más antiguos. En 1931, Louis Leakey vio en Berlín un fósil de esta garganta africana y se le ocurrió que allí podía estar el origen de la humanidad. El hallazgo de un esqueleto de 1,75 millones de años alteró la idea que se tenía de la evolución humana.

La garganta mide 55 kilómetros de largo en los que se superponen estratos de épocas muy distintas. Sólo te dejan contemplarlo desde un mirador situado en la parte alta, con lo que la imaginación tiene que trabajar para hacerse una idea de lo que es Olduvai. Aún así, la visita merece la pena. Estar allí es como estar echando una ojeada a la cuna de la humanidad.
Lo curioso de Olduvai es que, en el museo adyacente, además de restos, huellas y maquetas interesantes, exponen la bicicleta de un amtropólogo japonés, Yoshiharu Sekino, que entre 1993 y 2004 dio la vuelta al mundo pasando por Olduvai. Los restos de los hominidos más antiguos son todo un contraste con la modernidad de la bicicleta expuesta.


domingo, 8 de diciembre de 2013

La inmensidad de la sabana del Serengeti



El Serengeti es un parque enorme de 13.000 kilómetros cuadrados, más grande que la provincia de Lérida. Se encuentra en Tanzania, pero como la fauna salvaje no sabe de fronteras, en él puedes ver los mismos ñus y cebras que corren por Masai Mara, en la vecina Kenya. Cuando llega la estación seca, cruzan el río, cambian de país y se asientan aquí, sin problemas de pasaporte. A la entrada del parque, en la Ndabaka Gate, te recibe el cráneo de un búfalo, con los cuernos intactos y la piel a tiras. Es como un aviso de que aquí la naturaleza va en serio.
Lo bueno del Serengeti es la sabana, una llanura sin fin punteada por acacias de sombra formato parasol. Es lo bueno del parque, pero a veces también puede ser lo malo, ya que en medio de la inmensidad no es fácil ver a alguno de los cinco grandes. Con los elefantes y jirafas no hay problema, porque se destacan por su tamaño, pero cuando un león o un leopardo se agazapan en la hierba, no hay quien les eche el ojo. Con los ñus es mucho más fácil. Se calcula que hay más de un millón en el Serengeti y los ves a menudo en manadas, asustados y prestos a echar a correr a la más mínima ocasión.
A los ñus les siguen, en cantidad, las gacelas y las cebras. Se les ve correr felices por la sabana, hasta que aparece la sospecha de un león o de un leopardo. Entonces llega el pánico y empieza una carrera alocada que levanta nubes de polvo y chillidos de terror. Al caer la noche, mientras bebes un gin tonic junto a la hoguera del Pumzika Safari Camp, el rugido de un león demasiado cercano te confirma que todo lo visto te deja un inequívoco sabor a África.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Navegando por el mítico lago Victoria



Emociona llegar al Victoria, un lago de 70.000 metros cuadrados de superficie (el doble de la de Cataluña) que juega un papel básico en la historia de la exploración de África. De aquí nace el Nilo Blanco, un río que recorrerá más de seis mil kilómetros antes de desembocar en el Mediterráneo. El primer europeo en verlo fue John Speke, cuando se desvió en su famoso viaje con Burton, en 1858. Al ver tan gran extensión de agua estuvo seguro de que allí nacía el Nilo. Lo llamó, en homenaje a su reina, Victoria, un nombre que se repite hasta la saciedad en el XIX. 
El tiempo dio la razón a Speke, que volvió en 1862 para fijar el lugar exacto de la desembocadura, las Ripon Falls, en la actual Uganda. Speke, sin embargo, murió dos años después, el día antes de un debate con Burton para discutir sobre el origen del Nilo. Se le disparó la escopeta, dicen sus defensores; el miedo escénico pudo con él y se suicidó, dicen sus detractores. Sea como sea, el Victoria acumula leyendas. 
Duermo en la isla de Lukuba (Tanzania), un paraíso de bolsillo que resulta mágico por sus curiosas formaciones rocosas y sus muchas aves. Se está bien allí, aunque los pescadores de temporada que se han establecido en una de sus playas no sean muy amistosos. Mientras me duermo, pienso en La pesadilla de Darwin, un magnífico documental del austriaco Hubert Sauper sobre los problemas medio ambientales del lago y los abusos que las grandes empresas cometen con los pescadores locales. Pobre Victoria: en una décadas ha pasado de ser un lago mítico a ser la vergüenza del medio ambiente.