viernes, 16 de diciembre de 2016

Volver a Nicaragua

Estuve en Nicaragua hace muchos años, y ya entonces me encantó el país. Me marché sabiendo que un día volvería y que tenía una asignatura pendiente: ir a San Juan del Sur. Por varios motivos no pude viajar entonces a esta localidad del Pacífico cercana a la frontera com Costa Rica, pero en esta ocasión era consciente de que no podía saltármela. Llegué hace unos días de noche, tras un largo viaje por avión y carretera, cansado y con sueño, pero apenas vi la playa de San Juan supe que el viaje había valido la pena.
Hay en San Juan una buena playa de arena y un ambiente alternativo y surfero. Será por eso que hay quien la llama San Juan del Surf. Los bares abiertos a la playa, con nombres tan imaginativos como "Dale pues", son de ésos en los que puedes dejar pasar la tarde con una cerveza Toña a mano y una música que contagia alegría. O un ron Flor de Caña, claro. La vegetación tropical que envuelve a la ciudad y la simpatía de los nicas acaba de redondear la jugada.
Los autobuses de larga distancia, llenos de colores y de invocaciones a Dios, son una buena invitación a viajar por este pequeño país en el que siempre te sientes bien acompañado.
 

jueves, 3 de noviembre de 2016

Como conseguir el permiso de conducir chino



No es fácil convencer a los chinos de que estás capacitado para conducir en su país. Conseguir el permiso oficial es algo así como misión imposible, aunque con mucha paciencia, y con la inestimable ayuda de nuestra amiga china, Gao, al final lo logramos. Fueron tres días de trámites en Urumqi, la capital de la provincia de Zinjiang, pero mereció la pena cuando por fin nos dieron el anhelado permiso.

Nos habían dicho en España que bastaba con presentar el Permiso de Conducir Internacional, rellenar formularios y llevar fotos tamaño carnet, pero no. La primera sorpresa llegó cuando en la Jefatura de Tránsito de Urumqi nos dijeron que teníamos que dirigirnos a un centro situado a 14 kilómetros del centro, allí donde los principiantes se examinan de conducir. Una vez allí, después de consultar en varias ventanillas (siempre con la ayuda de Gao), nos dijeron que el Permiso Internacional no lo necesitaban para nada. Lo que querían era una traducción jurada del Permiso de Conducir de España, unas cuantas fotos, pasar un examen médico en un edificio contiguo y… examinarnos de conducir en chino.
 Poco a poco fuimos saliendo del atolladero. En Urumqi conseguimos una traducción jurada y el examen médico consistió en una doctora china que sostenía en la mano un bolígrafo rojo y preguntaba en inglés de qué color era. Tras la respuesta, “red”, firmaba que habíamos superado el examen médico.
Lo más difícil fue el examen de conducir. Una señora de aspecto severo nos preguntó el significado de varias señales y respondimos en castellano, mientras Gao traducía al chino. Al cabo de 5 minutos, la señora nos dio el aprobado, pero añadió que teníamos que esperar media hora, ya que era el tiempo normal para un examen. “Si volvéis antes al otro edificio, se extrañarán y pueden invalidar el examen”, dijo.
            Nos quedamos, pues, en el aula de examen, rodeados de pupitres y curioseando  carteles didácticos. Pasada media hora, volvimos al edificio principal, donde fuimos abroncados por el funcionario. “¡Habéis tardado media hora para un examen que se hace en cinco minutos!”, nos dijo. En fin, líos de la burocracia. No hay quien los entienda.
Lo “divertido” vino al final, cuando con todos los papeles ya en regla, procedieron a imprimir el permiso de conducir chino para un mes. Eran las 6 de la tarde, hora de cierre, pero dos funcionarios se quedaron para imprimirlo. Pasaba el tiempo, sin embargo, y nada. Al final supimos la causa: la impresora no funcionaba. “Tendréis que regresar mañana”, nos dijo el funcionario. “A ver si el técnico la arregla”.
            Al día siguiente, sin embargo, la impresora seguía sin funcionar. La solución llegó al cabo de una hora: “Tendréis que ir a la Jefatura de Urumqi y que el director general os firme un papel conforme habéis pasado el examen”.
            Volvimos a Urumqi, pues, donde tras dos horas de espera el director tuvo a bien firmar el papel requerido, en el que nos autorizaba a conducir durante un mes por la provincia de Xinjiang. Era una hoja discreta, pero en los numerosos controles de Xinjiang los policías se cuadraban en cuanto la veían y nos franqueaban el paso. Mano de santo, de santo chino, por supuesto.



lunes, 17 de octubre de 2016

En Shan Shan, con los uygures

A una sesentena de kilómetros de Turpan se encuentra Shan Shan, una ciudad escoltada de dunas en cuya parte antigua se nota el ambiente uygur. La provincia de Xinjiang estaba poblada en un 90% por uygures hace treinta años, pero el desplazamiento de población promovido por el Gobierno chino ha hecho bajar la cifra al 60%. En el centro de Shan Shan, sin embargo, los uygures son clara mayoría.
Los uygures, de religión musulmana, se diferencian de la mayoría han muy facilmente. En el mercado nocturno de Shan Shan puede verse también las diferencias que hay respecto a la cocina, muy sabrosa y barata. El pan característico del Asia Central está muy presente en las calles.
En China no suele ser fácil buscar un hotel que admitan extranjeros, pero el hecho de ir con Gao, una amiga china, facilita mucho las cosas. Nos instalamos en el Ming Sheng Plaza Hotel, un hotel en el que casi todo está bien. Los cristiales, sin embargo, están tan sucios que no te permiten ver si la ventana da a un parque, a una calle o a una pocilga. En fin, ya lo veremos cuando salgamos a la calle.



jueves, 22 de septiembre de 2016

Las cuevas de Mogao, en la Ruta de la Seda

El lugar, un acantilado junto a un oasis por el que discurre un ancho río, con el desierto a sus espaldas, es impresionante. También las cuevas llenas de pinturas y esculturas budistas. La oleada de gente que las visita es incesante y a veces incómoda, pero merece la pena viajar hasta allí, cerca de la ciudad china de Dunhuang. Son más de setecientas cuevas a distintos niveles que durante siglos permanecieron olvidadas por la historia y que jugaron un papel importante en la Ruta de la Seda.
Fue a finales del siglo XIX cuando las cuevas fueron redescubiertas por exploradores como Nikolai Prezwalski, Aurel Stein, Le Coq, Paul Pelliot, etcétera. Descubrieron una joya olvidada desde que el budismo llegó a la China a través de la Ruta de la Seda. Allí rezaban los peregrinos antes de emprender el viaje, y de allí se llevó muchos manuscritos y pinturas Aurel Stein con destino al British Museum.
Hoy las cuevas están "urbanizadas" y sometidas a un constante acoso turístico, sobre todo por parte del turismo interno de China, pero en cualquiera de ellas es posible admirar destellos de la mucha belleza que atesoraron y que todavía hoy sigue asombrando al mundo. Una maravilla.


martes, 20 de septiembre de 2016

Las dunas de Dunhuang, en China

Hay muchas Chinas y casi todas merecen ser visitadas. En la provincia de Gansu, la ciudad de Dunhuang atrae a los turistas sobre todo por las maravillosas cuevas de Mogao, con pinturas budistas asociadas a los grandes exploradores Aurel Stein, Sven Hedin, Lecoq, etcétera. Muy cerca de la ciudad, sin embargo, hay otra atracción que atrae a millones de chinos: las dunas de Mingsha Shan, las dunas que cantan. Allí puede comprobarse que no se entiende la etiqueta "turismo de masas" hasta que ves desembarcar a los chinos.
Ver como toman las dunas al asalto es un espectáculo increíble, hasta cierto punto descorazonador. "De todos modos, estás de suerte", me comentó un amigo chino, "tienes suerte de no haber venido en temporada alta. Entonces casi no puedes ver la arena por la mucha gente que la invade". Sea como sea, la visión del cercano templo de la Media Luna, junto a un lago que logra sobrevivir en el desierto, logra enlazar con la Gran Belleza.
Vuelve la paz junto a este tiempo increíble, vuelve la sensación de que merece la pena iniciar un viaje por la Ruta de la Seda por la agradable ciudad de Dunhuang.

 

lunes, 20 de junio de 2016

Famagusta, en la parte turca de Chipre

Chipre es una isla dividida desde 1974, pero no es complicado cruzar a la parte turca, donde lo único que hay que hacer es mostrar el pasaporte y, si vas en coche, hacerte un seguro válido para tres días (no hace falta ni el permiso internacional, el trámite es muy sencillo). Una vez allí, te encuentras con una isla menos túrística en la que hay que pagar en libras turcas y en la que estallan sorpresas como la maravillosa ciudad de Famagusta, con su antigua catedral ortodoxa en ruinas.
Impresiona el gran número de iglesias en ruinas que hay en el casco antiguo de Famagusta. La catedral cristiana fue convertida en mezquita, pero sobreviven las iglesias armenia, nestoriana, templaria, etc. Las murallas que rodean la ciudad, muy bien conservadas, permiten revivir los viejos tiempos en que Famagusta fue el puerto principal de la isla y ciudad de los cruzados que se proponían liberar Tierra Santa.
La visión del minarete adosado a la catedral ya avisa que los turcos la reconvirtieron en mezquita. Todo es raro en Famagusta, pero sus habitantes se muestran muy atentos con el extranjero. Muy cerca, el antiguo barrio de Varosha, que fue escenario de un turismo de élite, aparece como una ciudad abandonada, vigilada por las tropas de la ONU cerca de la línea verde que divide el país. No Man's Land.


domingo, 19 de junio de 2016

La playa de Afrodita, en Chipre

La mitología y las leyendas persisten a lo largo de los siglos. En la bella isla de Chipre, por ejemplo, donde la gente insiste en que en la playa de Petra tou Romiu nació la diosa Afrodita. Según el mito, Cronos le cortó los testículos a Urano y estos cayeron sobre las olas. De un modo difícil de comprender, el mar quedó fecundado y de las olas nació Afrodita. Y allí es donde se detienen ahora miles de turistas para tratar de fotografiar algo tan etéreo como es un mito.
La playa, situada entre Limassol y Pafos, es bellísima. Los chipriotas, fieles a Afrodita, han ido construyendo templos a lo largo de los siglos en los que la diosa se transforma a veces en virgen cristiana. Sea como sea, se mantienen fieles a la devoción a Afrodita.
En Pafos, donde se concentra el turismo británico, el castillo junto al mar de los antiguos cruzados y las Tumbas de los Reyes siguen remitiendo a tiempos antiguos que otorgan a Chipre una personalidad única entre las islas del Mediterráneo. Tras recorrerla, queda la impresión que Chipre es una isla de corazón griego marcada por la proximidad de Oriente. 

jueves, 12 de mayo de 2016

Se cayó el baobab de Chapman, en Botswana

Uno de los baobabs más espectaculares de África, el de Chapman, en Bostwana, se cayó hace unos meses. Medía unos 25 metros de diámetro y recuerdo que me impresionó su enormidad cuando acampé a su sombra hace ya unos años en compañía del buen amigo Andoni Canela, excelente fotógrafo. Ahora, repasando Internet para un artículo, me encuentro con que, sin que se sepa cómo, se vino abajo el pasado enero. Una desgracia.
Dicen que los baobabs son como las catedrales de África. Es cierto: no he visto presencia más descomunal que las de estos preciosos y enormes árboles. Los antiguos exploradores, como el Doctor Livingstone, que acampó bajo el baobab de Chapman en su camino hacia las Victoria Falls, los marcaban en los mapas como referencias. No había para menos, ya que podían verse desde muy lejos en medio del desierto.
No sé cuántos años tardó en formarse aquel maravilloso baobab. Cientos, dicen. Su pérdida, en cualquier caso, es irremplazable. Conservo, sin embargo, lo que escribí de él en mi libro A la sombra del baobab, y la emoción que nos envolvió a Andoni y a mi cuando, al levantarnos al día siguiente de llegar, descubrimos que el árbol estaba lleno de flores que habían nacido durante la noche. Fue un momento mágico, genuinamente africano, que por desgracia no volverá a repetirse.



miércoles, 27 de abril de 2016

En el cementerio acatólico de Roma

Roma siempre vale una escapada. Esta vez estoy sólo unos días, pero el tiempo suficiente para comer en el Trastevere, visitar el Panteón (mi monumento favorito), abrirme paso entre la multitud turística que llena la Piazza Navona, ir al mercado de Testaccio, subir a la colina del Gianicolo (Ah, la grande bellezza) e ir  lugares que todavía no conocía, como el cementerio acattolico de Roma, donde yacen ilustres como John Keats, Percy Shelley y Antonio Gramsci.
El cementerio protestante (los italianos lo llaman acattolico) se encuentra cerca de la pirámide Cestia, un monumento interesante terminado en el 12 aC. como tumba de Galo Cestio Epulone.
El cementerio, lleno de árboles y plantas, es agradable, en especial cuando aprieta el calor. Se encuentra cerca de la Porta San Paolo y del Testaccio. Henry James escribió sobre él: "Es una mezcla de lágrimas y sonrisas, de piedras y de flores, de cipreses de luto y de cielo luminoso, que da la impresión de ofrecer una mirada a la muerte desde el lado más feliz de la tumba".

miércoles, 20 de abril de 2016

En el ashram de Gandhi

Ahmedabad es una ciudad caótica que se transforma en un oasis cuando entras en el ashram del río Sabarmati. Allí vivió Gandhi durante unos años, y desde allí salió el 12 de marzo de 1930, junto con 78 compañeros, para su famosa Marcha de la Sal, en la que recorrió 380 kilómetros para protestar contra una ley británica. Contemplar el lugar donde hilaba Gandhi contagia una agradable paz espiritual.
En el ashram hay una buena librería, con todos los libros de Gandhi y sobre Gandhi que se han publicado en varias lenguas, una biblioteca de consulta y varias salas de exposiciones en los que se repasa la vida de ese gran pacifista que nunca obtuvo el Premio Nobel de la Paz. Donde se registran más colas es en el pabellón donde vivió durante varios años.
Delante fluye el río Sabarmati. Alrededor se encuentra la ciudad de Ahmedabad. Es irónico, por cierto, que el ashram se encuentre hoy entre una cárcel y un crematorio.

lunes, 18 de abril de 2016

Las vacas indias están por todas partes

Llega un momento, viajando por la India, en que dejas de fijarte en las vacas. Van sueltas por medio de la calle, por los mercados, por los autopistas... Van a la suya. Incluso vi a una que comía restos de cajas de cartón junto a una tienda. Allá ellas, piensas. De todos modos, cuando vas en un rickshaw y te sorprende un atasco en el que también participa una vaca empiezas a pensar que lo de dejar sueltas las vacas por la calle muy normal no es.
Esta vaca, por ejemplo, en la ciudad de Ahmedabad, iba abriéndose paso como podía entre los rickshaws. No se la ve muy estressada, la verdad, pero me hizo pensar en el Haddock de Tintín en el Tíbet, cuando le da por saltar sobre una vaca para salir de un impasse y se encuentra cabalgando sobre ella por las calles de Nueva Delhi. En fin, que Tintín siempre te da lecciones viajeras.
Ahmedabad, vacas al margen, es una ciudad agradable en su parte vieja, con mezquitas antiquísimas y unas calles que son como un gran mercado esparcido por toda la ciudad. Con muchas vacas, eso sí.



viernes, 15 de abril de 2016

Los últimos leones de la India

Hay, en el estado de Gujarat, en la India, unos cuantos leones que figuran entre los últimos de la reserva de Gir. Se les ve vagos y adormecidos, pero esto no impide que una multitud de indios acudan a la reserva para contramplarlos y fotografiarlos.
 Dicen que hay unos quinientos en total, pero como el paisaje no es como el de la sabana africana, no resulta fácil verlos. Además de leones, en Gir hay también leopardos, hienas, antílopes y otros animales salvajes. Merece la pena ir allí, a primera hora del día, para intentar verlos.
Hay varios hoteles en la reserva, lo que demuestra que el bosque de Gir es un buen atractivo para los miles de turistas que acuden cada año en la India. La cantidad de camisetas con un león estampado demuestra que son un buen negocio.



lunes, 28 de marzo de 2016

En la casa donde nació Gandhi

El 2 de octubre de 1869 nació Gandhi en una casa de Porbandar, en el estado de Gujarat. La casa es grande y bonita, pero los que quisieron homenajearle cometieron el error de construir a su lado un palacio que poco tiene que ver con lo que Gandhi predicaba. El collar de lino que te ponen en la entrada es lo que más recuerda al personaje.
En el interior de la casa, una cruz gamada marca el lugar exacto donde nació Gandhi, uno de los grandes personajes del siglo XX. 
Gandhi hilando con la rueca es la imagen que mejor le representa. Lástima que su mensaje pacifista fuera cortado de raíz por su asesino en 1948, un año después de que India consiguiera la independencia.

viernes, 11 de marzo de 2016

De la importancia del "paan" en la India

Mascar paan es casi obligatorio en la India. Casi todos lo hacen. Se trata de envolver en una hoja de betel nuez de areca, tabaco y otras hierbas. Se lo ponen en un carrillo y... a mascar. Al cabo de un rato sueltan unos escupitajos rojos que es mejor esquivar. Dicen que les relaja. En fin. En el viaje por Gujarat unos amigos indios nos enseñaron a mascarlo. No está mal.
Se nota que lo estamos mascando por el carrillo hinchado. Tiene su qué. Claro que, en este caso, no se trataba de mascar nuez de areca, si no cosas más dulces: un relleno de mermelada, especies, etcétera. Ayuda a la digestión, nos dijeron. Una horita en la boca y seguro que te sientes mejor. Ver cómo lo hacen forma parte de la experiencia:
Y luego, a la carretera... Que el camino es largo y las experiencias que nos aguardan son muchas.


lunes, 7 de marzo de 2016

Gaviotas, peregrinos y el templo de Bet Dwarka

A pocos kilómetros de Dwarka se encuentra la isla de Bet Dwarka, en la que los arqueólogos han encontrado evidencias de una ciudad muy antigua. Se llega hasta la isla en barcas que suelen estar repletas de peregrinos, con las gaviotas siempre al acecho, a veecs hasta demasiado cerca. Una vez allí hay que visitar el templo hinduista, en el que de nuevo están prohibidas las fotos. Dicen que allí vivió Krishna.
El paseo por la isla, llena de pescadores musulmanes y de vendedores improvisados, merece la pena. La brisa del mar, el jolgorio de los peregrinos y las paradas en las que se vende de todo marcan el camino.
Es agradable visitar la isla de Bet Dwarka. En el fondo de estas aguas, dicen, estaba el palacio de Krishna, el Señor Oscuro.


viernes, 4 de marzo de 2016

Dwarka, hogar de Krishna y puerta del cielo



Dwarka, a orillas del mar de Arabia, es una ciudad santa para los hindús. Su nombre significa en sánscrito “puerta del cielo” y se cuenta que en ella vivió, hace miles de años, el dios Krishna. En ella se encuentra el templo de Dwarkadhisha, fundado, según dicen, hace 2.500 años. El templo es impresionante, pero no dejan hacer fotos. Antes de entrar hay que dejar cámaras y móviles en una mínima taquilla.


Es una pena que no puedan hacerse fotos, pero me quedo con el recuerdo de los rituales: el fervor encendido de los hindús, la devoción, las plegarias, las ofrendas… Al anochecer hay un vibrante ritual en el que se agolpan cientos de peregrinos. Cuando sale un monje con una lámpara encendida, lo asaltan literalmente para pasar la mano por la llama y llevársela a continuación a la cabeza. 


Hay muchos templos en Dwarka, entre ellos el de Nagheswar Mandir, dedicado al dios Shiva. Donde más puede vivirse la fe de los hindús, sin embargo, es en la desembocadura del río Gomti, donde se descalzan para sumergirse en sus aguas sagradas. Dicen que bajo el mar se encuentra la ciudad de Krishna, fundada, como suele suceder en la India, hace miles de años.


"Road movie" por Gujarat, en la India

Sucede a menudo cuando viajas. Vienes de una paliza de más de veinte horas de vuelo, incluyendo aeropuertos, traslados y cambios de avión, y de repente te meten en un autocar y, casi sin tiempo de descansar, te encuentras inmerso en una road movie que no acabas de entender de qué va. En este caso, llegué a Ahmedabad desde Bombay, me metieron en un autobús llamado Krish y empezaron a pasearme por el estado de Gujarat. Mi compañía: un amigo de Madrid, un yanqui de ciento cincuenta kilos de peso y veinticinco indios que no paraban de sonreir.
En una carretera india pasa de todo: familias enteras en una moto (sin casco, por supuesto), rickshaws repletos, camiones que desafían cualquier límite de carga, conductores que van en contradirección sin inmutarse, una caravana de camellos que se dirige al desierto o una manada de búfalos que cruza con parsimonia el asfalto.
Sabes que, en estas primeras horas, no se trata de comprender nada: estamos en la etapa inicial del viaje, cuando todo consiste en mirar por la ventanilla e ir capturando imágenes que te hacen entender que sí, que estás en la India, un país donde casi todo es posible. El viaje ha empezado y pronto sabrás que has llegado a un nuevo país de las maravillas.



viernes, 12 de febrero de 2016

Final de viaje en Bangkok



Este viaje por Tailandia termina en Bangkok, una ciudad que puede llegar a ser estresante, pero que también cuenta con lugares relajantes donde es posible olvidar que estamos en una de las grandes ciudades de Asia. Uno de estos lugares es el templo de Wat Poh, con el gran Buda echado, o la Casa Museo de Jim Thompson, un comerciante norteamericano de seda que desapareció misteriosamente hace más de cuarenta años.
La calma que desprende la casa es todo un contraste con los muchos interrogantes que dejó atrás ese hombre que fue espía durante la Segunda Guerra Mundial. Aparte de la casa de Jim Thompson, merece la pena subirse a un autobús fluvial para ver el skyline de la ciudad desde el río, darse un masaje (o varios) y pasear por Chinatown para comer en alguno de sus pequeños y maravillosos restaurantes.  
Para culminar el viaje, lo que se lleva en Bangkok son las copas en los sois del barrio de Sukhumvit, donde la marcha está asegurada, o el shopping compulsivo. Los infinitos tenderetes de la calle y los centros comerciales, como el barato MBK o el caro Parangon, parecen estar esperando a los turistas para que no se vayan de vacío de Tailandia. ¡Y hasta la próxima!

miércoles, 10 de febrero de 2016

Un alto en Ayutthaya

Merece la pena detenerse en Ayutthaya antes de llegar a Bangkok. Merece la pena contemplar las ruinas de la antigua capital donde confluyen tres ríos. La fundó en 1350 el rey U Thong y fue destruida en 1767 por los birmanos. Quedan, sin embargo, unas bellíssimas ruinas, bien delimitadas en el centro histórico, con restos de estupas y muros de ladrillos longevos y con la que debe de ser la cabeza de Buda más fotografiada del mundo, que se muestra inquietante atrapada entre raíces.



Pasear entre los templos, a pie o en tuk tuk, es siempre agradable en Ayutthaya. Algunos grupos turísticos que llegan desde la cercana Bangkok prefieren hacerlo en elefante. Dicen que queda mejor en las fotos, pero la verdad es que queda muy guiri. Cuando uno se cansa del sol, o de la lluvia, un buen lugar para comer unos fideos en el popular restaurante Lung Lek. Entre los templos, un paseo por el Wat Phra Si Sanphet es recomedable.
La pensión donde me hospedé en Ayutthaya, la Baan Lotus Guetshouse, resultó ser muy agradable: con una casa de madera estilo thai, jardín, lago y un buen precio. La propietaria, además, es una adorable viejecita que habla como si te estuviera contando un cuento. Todo un contraste con el stress de Bangkok, a tan sólo setenta kilómetros de distancia. Una eternidad.






viernes, 29 de enero de 2016

A Sukhothai le sientan bien las ruinas



Empieza una road movie a la tailandesa: de Chiang Mai hasta Ayutthaya, con parada en Sukhothai. La primera etapa, de 220 kilómetros, nos lleva a Sukhothai por buenas carreteras rodeadas del esplendor verde del sudeste asiático. Una vez allí, descubro que a la que fue capital del imperio hace ochocientos años le sientan bien las ruinas.
El Parque Histórico de Sukhothai, a unos doce kilómetros de la ciudad del mismo nombre, cuenta con once templos que son ideales para visitar en bicicleta. La entrada cuesta 100 bahts, más 10 de la bici. Los muros de ladrillos mal encajados, las columnas que ya no sostienen nada y las numerosas estatuas de Buda que se reflejan en los estanques recuerdan la gloria perdida. 
Fuera de este recinto, el poco frecuentado templo de Wat Chang Lom muestra un discreto encanto difícil de superar. Las 36 cabezas de elefante esculpidas en la base le dan un aire original que se refuerza al atardecer, cuando la luz se vuelve más cálida. Se está bien en Sukhothai, la antigua capital.

domingo, 24 de enero de 2016

Cenando a orillas del Mekong



Los grandes ríos siempre me atraen, y más aún si tienen un hálito literario, como es el caso del Mekong. Navegué por él años atrás, hasta la bella ciudad de Luang Prabang, en Laos, o al espacioso delta, en Vietnam. En esta ocasión me conformo con cenar en uno de los chiringuitos que se montan junto al río en Chiang Saen, en Tailandia. Mantel en el suelo, comida buena y barata y una luz que viste el río de plata y se resiste a retirarse.
En el puerto de Chiang Saen hay barcazas que transportan mercancías a la China. Un poco más al este, desde Chiang Khong, puedes navegar río abajo, hasta Luang Prabang. No muy lejos se encuentra el lugar donde coinciden las fronteras de Tailandia, Birmania y Laos. La tentación de ir más allá siempre está presente. 
De todos modos, se está tan bien cenando junto al Mekong que la tentación puede aplazarse. Lo que toca hoy es disfrutar del momento y sumergirse en la literatura que desprende este río mítico de 4.350 kilómetros que nace en el Himalaya y desemboca en el Mar de la China Meridional.
Duermo en una pensión cerca del río y me asaltan exóticos sueños que parecen salidos de las novelas de Joseph Conrad. Mekong, por cierto, significa “la madre del agua”, un bonito nombre.

jueves, 14 de enero de 2016

Nos vamos un momento a Birmania



De todas las cosas que vi en Birmania, la que más me llamó la atención fue este cartel dirigido a los motoristas en Tachileik. Me gusta porque es claro y conciso, sin problema de lengua. Esto no puede hacerse y ya está. Cierto que también vi algunos templos y comí de maravilla, pero los viajes tienen eso: al final te quedas con una imagen que se te queda grabada.
Fue mi amigo Romero el que me propuso la escapada birmana. “Tengo que ir un momento a Birmania”, me dijo mientras estábamos holgazaneando en Chiang Mai. ¿Me acompañas?”. Me sorprendió cómo lo dijo, en un tono neutro, como si dijera: “Voy un momento a comprar el periódico”. Teniendo en cuenta que Mae Sai, el pueblo de la frontera, se encuentra a más de 200 kilómetros, me pareció un capricho curioso. Luego me lo explicó: tenía que ir a Birmania por un lío burocrático. Así pues, subimos a un autobús hasta Chiang Rai y luego a otro hasta la frontera, que pasamos a pie, sin agobios. Lo curioso es que, en vez de ponerte un sello, si vas de paseo por unas horas, la Policía birmana se queda con tu pasaporte, te da uno provisional y te lo devuelve cuando regresas. Allí, por cierto, vi este otro cartel. 
El “momento birmano” estuvo bien. De paso estuvimos un día en un agradable poblado akha del Triángulo de Oro, paseamos por plantaciones de te y nos bebimos unas buenas cervezas a orillas del Mekong, en Chiang Saeng. Tardamos unos cuantos días, pero es lo que tienen los viajes: que la línea recta y el camino más lento casi nunca es lo mejor. Lo bueno siempre toma su tiempo.



martes, 5 de enero de 2016

Monasterios, altares, budas y fiestas

En Chiang Mai abundan los monasterios. Basta que des una vuelta a la manzana para que te tropieces con un par, como mínimo. En cada casa, además, hay un altar dedicado a los dioses que cuenta con comida, bebida, flores y otras ofrendas. La religión está por todas partes, pero no agobia. La prueba está en estos simpáticos monjes de plástico, equipados con elegantes gafas, que piden limosna con una sonrisa.
De todos modos, si uno prefiere pasar de los templos, en Chiang Mai no es problema. La vida está en la calle, en todas partes y a todas horas. Si ese día no hay fiesta, pues se inventan una, que la vida está para darse unas alegrías. Para el cumpleaños del Rey de Tailandia me di de bruces con un animado desfile del que forma parte esta bella carroza.
Y así sigue la vida en Chiang Mai, entre templos, altares, budas, desfiles y una alegría contagiosa. La prisa y el estrés, por cierto, están mal vistos en estas latitudes.